Palermo tiene un nuevo punto de interés que no figura en ninguna guía turística, pero ya es tema de conversación en redes sociales y en los grupos de vecinos. Se trata de una escultura a la que muchos llaman el “niño en penitencia”: una figura de tamaño real, cabizbaja y sentada contra la pared, que sorprende a quienes la descubren por primera vez en Fitz Roy al 1900.
La obra fue creada e instalada por Sebastián Andreata, un artista urbano que desde hace años interviene espacios públicos con piezas que buscan generar conversación y reflexión. “Cuando instalé la obra en la primera ubicación, jamás imaginé que iba a tener este nivel de repercusión. Ni la cantidad de notas de prensa ni todo lo que está sucediendo”, reconoció en diálogo con A24.
“El Niño”, una intervención sobre la infancia
Aunque popularmente se la conoce como el “niño en penitencia”, Andreata aclaró que el nombre original es simplemente El Niño. El concepto surgió, explicó, de la necesidad de ocupar un espacio vacío que veía todos los días en su paso por el Polideportivo de Colegiales.
“Pasaba siempre por ahí y veía que ese rinconcito estaba vacío. Tenía una pulsión de querer llenarlo, poner algo ahí. Primero apareció la idea estética, la imagen de un niño en penitencia como algo atractivo, y después vino el concepto: hablar de la infancia y su vulnerabilidad”, detalló.

La pieza está hecha con un maniquí modificado y recubierto de cemento. “Compré un maniquí y lo termoformé con soplete para darle la forma que quería: bajé los hombros, flexioné las piernas y lo llené de concreto. Después lo vestí con ropa económica, zapatillas de feria. La idea era que fuera un niño común, anónimo”, relató.
Entre el arte y el impacto social
El artista reconoció que trabaja sin permisos oficiales. “Se pide perdón, no permiso”, bromeó. Y contó que la primera vez que instaló El Niño en Colegiales, la escultura duró menos de un día: “La encontré tirada en un volquete. Me parece que eso ayuda al storytelling de la obra, la completa, porque habla de la misma vulnerabilidad que yo quería representar”.
Andreata trabaja exclusivamente en el espacio público y no vende sus obras en galerías. “No me interesa vivir del arte. Para mí esto es algo fundamental y pulsional. Trabajo de otras cosas, y el arte es mi manera de expresar lo que me pasa. Lo que sí me interesa es hacer obras cada vez más grandes, y eso requiere gestión y que muchos actores se pongan de acuerdo”, explicó.
A sus 36 años, el escultor fue reconocido como personalidad destacada de la cultura por la Legislatura porteña, aunque asegura que su principal motor sigue siendo el impacto que sus intervenciones tienen en la calle y en las redes sociales.
“Si esta obra estuviese en una galería, probablemente no hubiese tenido la repercusión que tuvo. Hoy ser artista es también ser community manager, pensar en la narrativa de la obra y cómo dialoga con el público en redes”, analizó.
Una obra que genera debate
En Palermo, la escultura ya despierta reacciones de todo tipo: hay quienes se detienen a sacarse fotos, otros que la observan en silencio y algunos que confiesan que les da miedo. Para Andreata, esa diversidad de miradas es parte del objetivo.
“Los artistas proponemos algo, pero es el público el que termina de completar la obra. La reacción de la gente es lo que le da sentido”, concluyó.
Por lo pronto, El Niño sigue allí, en Fitz Roy al 1900, silencioso y cabizbajo, obligando a cada transeúnte a detenerse y reflexionar sobre lo que ve.