Cada tanto me gusta detenerme a observar cuáles son los libros que logran conquistar a los lectores argentinos. Este año, el ranking de los diez más leídos no solo me sorprende: también confirma que nuestra tradición lectora sigue viva, curiosa y diversa.
El Eternauta, en su edición económica, demuestra que los clásicos no pasan de moda. La épica de Oesterheld y Solano López todavía emociona y nos interpela con la misma fuerza que cuando apareció por primera vez: un Buenos Aires asediado y resistente, tan vigente como metáfora de nuestras luchas colectivas.
En la vereda de la narrativa contemporánea, Isabel Allende regresa con Mi nombre es Emilia del Valle, y se reafirma como esa autora capaz de abrir preguntas íntimas sobre la memoria y la identidad. Y junto a ella, Claudia Piñeiro nos atrapa con La muerte ajena, un thriller psicológico que desnuda las tensiones familiares y nos recuerda por qué es una de las plumas argentinas más leídas de la región.
La lista también se tiñe de periodismo y crítica social con Topos, de Hugo Alconada Mon, que incomoda al exponer las tramas de poder y corrupción que atraviesan al país. Y en contraste, aparece la inquietante narrativa de Samanta Schweblin con El buen mal, relatos que logran que lo cotidiano se vuelva extraño, casi sin que nos demos cuenta.
No podía faltar un título dedicado al bienestar: Recetas para vivir mejor y más tiempo, de Daniel López Rosetti, combina ciencia y sentido común con un estilo cercano que lo convierte en lectura práctica y esperanzadora.
Desde España llegan dos voces que siempre encuentran eco en nuestras librerías: Javier Cercas con El loco de Dios en el fin del mundo, donde cruza historia y ficción en un contexto límite; y María Dueñas, con Por si un día volvemos, una novela de amor y exilio que toca fibras sensibles en este lado del Atlántico.
El interés por la literatura internacional también se refleja en el doble lugar de Han Kang: primero con La vegetariana, perturbadora y transformadora; y luego con La clase de griego, una obra que nos invita a pensar en el lenguaje como puente entre personas.
Lo que más celebro de este listado es el equilibrio: la fortaleza de nuestros autores locales convive con el magnetismo de las voces extranjeras. Que en la misma mesa de novedades se encuentre Oesterheld junto a Han Kang, o Piñeiro con Allende, habla de una Argentina lectora que no se conforma con una sola mirada del mundo.
Andrés Serrano, Lic. en Letras de la UNLAM