Cuando Gustavo Cordera, exlíder de Bersuit Vergarabat, volvió a la televisión en “Otro día perdido” con Mario Pergolini, lo hizo cargado de un peso que llevaba casi diez años: el de un comentario que lo canceló y lo convirtió en blanco de la justicia mediática y social. Y frente la cámara, Cordera reconoció: “Dije algo en un momento histórico y en un lugar de manera desubicada, que lastimó a mucha gente. Quiero pedir disculpas públicamente por eso. No quise herir a nadie”.
Cabe destacar que Cordera pagó por su error: cumplió con la probation, atravesó un proceso de reflexión y aprendizaje, y fue sobreseído en 2020. Y aun así, la sombra del juicio público permanece, incluso años después.
Es inevitable no pensar en la frase de Diego Maradona, en su partido despedida: “Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. Cordera, como Maradona en el fútbol, nos recuerda que los errores de la persona no deben estigmatizar la obra o la expresión artística. Sin embargo, hoy muchos medios y sectores de la sociedad parecen juzgar no solamente lo que se hace, sino lo que se piensa, olvidando que uno de los derechos fundamentales del periodismo y del ser humano, es la libre expresión.
Aunque como todo derecho, en este caso, la libertad también tiene sus límites: No se permite el discurso que incite a la discriminación, el odio o la violencia.
Esta semana, el músico volvió a generar controversia por su participación en la docuserie “Barreda, el odontólogo femicida”. Allí expresó: “Cualquiera puede cometer un asesinato en cualquier momento. Inclusive yo puedo cometer un crimen” y agregó: “Barreda simboliza una injusticia cometida sobre una persona que reacciona de una manera violenta para salir de esa injusticia”. Sus palabras, genuinas y provocadoras, fueron interpretadas como justificación del femicidio por algunos medios, que rápidamente las titularon de manera sensacionalista.
Sólo por nombrar algunos de esos títulos:
- – «Polémico: Gustavo Cordera volvió a causar indignación al justificar a Ricardo Barreda: «Genera una mística una persona que asesina».
- – «Gustavo Cordera justificó a Barreda: «Yo también me puedo equivocar, cualquiera puede cometer un asesinato».
- – Gustavo Cordera defendió al femicida Barreda: «Me puse en su lugar, es una injusticia».
El episodio pone en evidencia esta última tendencia de algunos medios, que con libertad comenzaron a dictaminar o juzgar acciones, olvidándose de manera radical uno de los principios básicos del periodismo que es la objetividad. Contar lo que sucede, así de simple. Sin adjetivos, sin carga emocional o de manera prejuiciosa. Pero esto va más allá, en este caso se usa esta metodología para ejercerla a la respuesta u opinión de una persona, un artista que planteó su pensamiento.
Éstos medios, así como también otros tantos, titularon sus notas de forma alarmista, creando lo que se podría llamar una “pandemia mediática”: porque la propagación fue inmediata, de una versión manipulada de lo dicho, sin entrar en contexto ni considerar la libertad de expresión, la noticia copó medios de todo el país.
Y entonces sucedió: “Escrache a Cordera en San Juan: manifestantes repudiaron al músico en el Juan Victoria”. Inclusive uno de los medios, aportó en su bajada periodística lo siguiente: “El show de Gustavo Cordera en «San Juan Florece» se ve ensombrecido por una protesta en la entrada del Auditorio Juan Victoria, impulsada por activistas que rechazan las polémicas declaraciones del músico que justifican al femicida Barreda y su falta de arrepentimiento por dichos sobre violencia sexual”.
Lo que vemos claro acá, es que en ningún momento se recordó que fue el propio Gustavo Cordera quien hace pocos días atrás reconoció su error que había cometido en 2016 por sus dichos y que, de hecho, pidió disculpas públicamente.
El artista confesó años atrás que aquella postura y esa situación fue parte de un personaje que él construyó y que terminó dañándolo. Su decisión de irse a Uruguay, con su familia y desapegarse del personaje y comenzar desde el llano, habla de una responsabilidad civil, un compromiso personal desde la introspección, que refleja un camino de transformación personal que no debería ser ignorado por quienes buscan solo la condena.
Cordera lo dejó claro en una entrevista: “Todo aprendizaje del ser humano es a partir del error: experimentamos una cadena infinita de errores para que puedas tener algún acierto”. Y es cierto: los artistas, los comunicadores y cualquier persona que se atreva a pensar distinto, arriesga su reputación cada vez que habla, pero también tiene la posibilidad de enseñar, cuestionar y abrir canales de reflexión que muchos prefieren cerrar.
El caso plantea preguntas incómodas: ¿por qué algunos medios y voces se sienten con derecho a juzgar la esencia de un ser humano, y no sus acciones artísticas? ¿Quiénes, en definitiva, son los que realmente incitan al odio y a la violencia? ¿Hay, en todo caso, responsables por lo titulado? ¿O desde ese lugar, solo hay derecho a señalar los errores ajenos?
En definitiva, la historia de Cordera, tanto por sus errores pasados como por su reciente declaración sobre Barreda, es un ejemplo de lo que cuesta ser auténtico en un mundo que premia la neutralidad y castiga la sinceridad. No se trata de justificar actos criminales, sino de respetar la posibilidad de pensar distinto, de reflexionar y de aprender a través del error, sin que el peso de la opinión pública borre la obra, la palabra y la humanidad de quien se atreve a expresarse.
Para finalizar, queda la gran pregunta: ¿vivimos realmente en una sociedad con libertad de expresión, o simplemente en un sistema donde ciertos pensamientos se toleran mientras otros son castigados? ¿Quiénes deciden los límites de lo que puede decirse y qué estándares aplican para medirlo? Que lo que se considere aceptable o censurable quede en manos de medios, opinólogos o estructuras de poder plantea un debate profundo sobre la democracia, la creatividad y el derecho de cada persona a expresar su pensamiento sin que su obra o su vida sean destruidas por la interpretación ajena.
Juan Quintans, periodista. Difusor de expresiones artísticas.